Emanuela Orlandi (La chica del Vaticano) fue una adolescente de 15 años que desapareció en la ciudad del Vaticano, el 22 de junio de 1983, en lo que luego fue considerado como un secuestro cuyo motivo nunca tuvo una resolución judicial. Al tratarse de la hija de un empleado que trabajaba en la Ciudad del Vaticano, Ercole Orlandi, funcionario de la Prefectura de la Casa Pontificia, el hecho tuvo una gran repercusión en Italia y en el mundo entero, sobre todo después de las intervenciones públicas del papa Juan Pablo II a favor de Emanuela.
Emanuela Orlandi, hija de un empleado del Palacio Apostólico (Ercole Orlandi), vivía con su familia (que también integraban su madre, Maria Pezzano, y sus hermanos Natalina, Pietro, Federica y Cristina) en una casa dentro de los límites de Ciudad del Vaticano. El miércoles 22 de junio de 1983 salió de su casa cerca de las 16:30 como cada miércoles y viernes, cuando asistía a sus clases de flauta, piano, canto coral y solfeo en el Instituto Tommaso Ludovico da Victoria, en la plaza Sant’Apollinare, ubicada en el rione Ponte, muy cerca de plaza Navona.
Al terminar la clase se comunicó telefónicamente con su casa, para hablar con una de sus hermanas sobre una oferta que acababa de recibir para hacer folletos para un vendedor de cosméticos Avon. Salió de la escuela junto a su compañera Raffaella Monzi, quien contaría después que Emanuela le había dicho que «le habían ofrecido distribuir productos para una casa de cosméticos en un desfile de moda. Le habían prometido 375.000 liras», y que la amiga (según el testimonio de su ella misma), le había preguntado: «¿Espero o me voy a casa?». A las 19:20 se despidieron, Raffaella subió al autobús, y Emanuela se quedó sola en la parada.
Su hermana Cristina la esperaba para acompañarla a una cita y, a las 19:30, decidió ir a buscarla, pero no la encontró. Regresó a su casa en torno a las 20:30, creyendo que se habían desencontrado y que su hermana ya habría llegado, pero Emanuela tampoco estaba allí, lo que preocupó a la familia. Tras una búsqueda por la ciudad, Ercole Orlandi se presentó en la comisaría de Trevi para denunciar la desaparición de su hija, pero los oficiales la desestimaron porque había pasado poco tiempo, además de argumentar que se trataba de una ciudadana vaticana y no italiana.
Ercole Orlandi y su hija Natalina presentaron a la mañana siguiente (jueves 23 de junio) la denuncia por desaparición en el Ispettorato Generale di Pubblica Sicurezza del Vaticano, donde indicaron que el guardia de tránsito Alfredo Sambuco y el agente de policía Bruno Bosco habían visto el día anterior, en Corso del Rinascimento, a una muchacha con un hombre que llevaba «una bolsa publicitaria de Avon», y que estaban junto a un vehículo BMW verde antiguo. Ambos ratificaron posteriormente sus declaraciones.
Tras publicar en el periódico Il Tempo un artículo con el número de teléfono de la familia Orlandi, recibieron gran cantidad de llamadas que no aportaron nada a la investigación, lo cual seguiría ocurriendo hasta años posteriores. Recién un mes después, el 22 de julio, dejaron las comunicaciones telefónicas en manos del abogado Gennaro Egidio quien, según dijo Ercole Orlandi, les fue recomendado por la S.I.S.De. (Servizio per le Informazioni e la Sicurezza Democratica), servicio secreto italiano que colaboraba con la investigación.
El domingo 3 de julio, el papa Juan Pablo II haría la primera de muchas menciones públicas a la chica desaparecida. En el Ángelus sugirió la posibilidad de un secuestro al señalar que no perdía «la esperanza en el sentido de humanidad de los responsables de este caso». Juan Pablo II se encontraría dos veces con la familia Orlandi: los recibió el 7 de julio y los visitó el 24 de diciembre, cuando le dijo a la familia que «el de Emanuela es un caso de terrorismo internacional», según refirió Pietro Orlandi.
El 5 de julio se registró un llamado anónimo en el Vaticano de un hombre con acento inglés (al que los investigadores llamaron «El Americano»), quien mencionó a Pierluigi y a Mario (dos personas que ya se habían comunicado) como integrantes de su organización y por primera vez se conoció una demanda concreta: «El Papa Wojtyla debe intervenir para lograr la liberación de Ali Ağca antes del 20 de julio». Ağca era un ciudadano turco que estaba encarcelado por intentar asesinar a Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981.
El propio Alí Ağca había dicho el 8 de julio que se negaba a ser intercambiado por Emanuela y meses más tarde hizo acusaciones contra los supuestos captores aunque con contradicciones: el 30 de enero de 1985, Ağca escribió una carta abierta pidiendo a los «secuestradores desconocidos» que «liberen a Emanuela Orlandi sin condiciones previas», el 13 de junio de ese mismo año, declaró en una audiencia por el ataque al Papa que Emanuela Orlandi era rehén de la logia masónica Propaganda Due, y el 1 de julio culpó a la organización turca Lobos grises.
Cuando se cumplió la supuesta fecha límite del 20 de julio, distintas comunicaciones de días posteriores ratificaron el pedido por la liberación del atacante del papa, pero no hubo novedades sobre Emanuela Orlandi ni se conocieron tratativas oficiales para liberar a Ağca en un intercambio. En diciembre, el abogado Egidio escribió a la Secretaría de Estado del Vaticano considerando que «hay probabilidad de que Emanuela Orlandi esté viva»
Tanto el Vaticano como investigadores, el abogado Egidio, periódicos y la agencia de noticias ANSA recibieron a lo largo de los meses comunicaciones anónimas, de El Americano (habría hecho en total 16 llamadas telefónicas) y de personas que habrían estado relacionadas con él y con otros grupos terroristas, así como notas, supuestas pruebas (la fotocopia del carnet de Emanuela de la escuela de música, por ejemplo) y dos grabaciones en las que presuntamente se escuchaba a Emanuela, una de ellas con siete minutos de gritos, gemidos y llantos de una joven durante una eventual sesión de tortura.
Ercole Orlandi falleció el 4 de marzo de 2004 sin encontrar a su hija. Maria Pezzano, madre de Emanuela, continuaba con vida en 2022, todavía en la misma casa del Vaticano donde vivía cuando desapareció su hija.
La chica del Vaticano